y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.
Francisco M. Ortega Palomares es un periodista, poeta y bloguero español con una destacada trayectoria en medios como Radiotelevisión Motrileña y el diario Ideal de Granada, además de haber dirigido la revista Guadalfeo y cofundado la radio libre local Radio Guadalfeo. Aunque mantiene un perfil discreto como escritor, ha participado en numerosas antologías poéticas y proyectos colectivos. Su obra, caracterizada por una profunda reflexión existencial, incluye el libro Cuenta atrás (1996), donde explora temas como la absurdidad de la vida y la lucha contra la desesperanza, destacándose por su estilo introspectivo y filosófico.
Ideario es una reflexión sobre el hastío y la alienación en la vida moderna, representada a través de metáforas urbanas como el tráfico, los semáforos y las prisas. El autor expresa su rechazo hacia la rutina, el conformismo, las apariencias y la falta de autenticidad, destacando su incomodidad con las imposiciones sociales y los valores superficiales. A pesar de este desencanto, la imagen final, en la que se encuentra detenido frente al mar mientras el mundo sigue girando, sugiere un anhelo de desconexión, calma y una búsqueda de sentido más allá del caos cotidiano.
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